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Unidad 731, el Auschwitz asiático | China

Unidad 731, el Auschwitz asiático | China

Establecido como una instalación de armas biológicas y químicas durante la Segunda Guerra chino-japonesa y la Segunda Guerra Mundial, el Escuadrón 731 ha sido referido como el Auschwitz asiático. A través de la práctica de experimentos letales en humanos, se cree que la unidad ha sido responsable de la muerte de 200.000 civiles y de personal militar - la mayoría ciudadanos chinos y coreanos, pero también del sureste de Asia, de las islas del pacífico y prisioneros de guerra aliados.

En un extenso complejo de 6 kilómetros cuadrado en la ciudad de Harbin (ahora parte del noreste de China) aquellos que llevaron a cabo esta repugnante "investigación" desarrollaron algunos de los experimentos más crueles y sádicos en algunas de sus víctimas. Entre ellas se incluye la vivisección, amputaciones, pruebas de guerra bacteriológica, pruebas de explosivos, y muchos más.


A pesar de ser conocido como “el Auschwitz asiático“, la Unidad 731 fue originalmente conocida como la “Unidad de Purificación de Agua y Epidemias”, un nombre engañosamente benigno. Fue el hogar de los algunos de los casos más terribles de experimentación con seres humanos jamás registrados.

Allí dentro, los prisioneros, no eran más que ratas de laboratorio humanas, y murieron por causas tan diversas como pruebas de guerra bacteriológica, amputaciones, pruebas de armas explosivas o vivisección, entre otros. Los científicos llamaron a sus prisiones “matures”, un término que se traduce vagamente a “troncos”, una indicación elocuente de cómo fueron tratados: como trozos de madera en lugar de seres vivos.

Uno de los investigadores médicos involucrados en la Unidad 731 explicó públicamente cómo se procedía al realizar una vivisección en hombres, mujeres y niños, por lo general sin anestesia:

Se me ordenaba lavar el cuerpo de esa persona con un cepillo de antes de que él o ella fuera llevado a la sala de disección, desnudo, por un miembro del equipo especial. La primera vez, me estremecí. Un miembro del equipo estaba escuchando el latido del corazón con un estetoscopio. Uno estaba de pie con un cuchillo. En el momento en que el estetoscopio era retirado de la oreja, un cuchillo entraba en el cuerpo. Yo no sé, pero según los médicos, este momento era muy importante, porque si no se hacía bien, la sangre podía caer sobre nosotros e infectarnos.


Las autoridades japonesas querían averiguar la mejor manera de tratar las heridas de metralla en los soldados heridos. Este deseo de mantener a sus soldados con vida, dio lugar a algunas de las muertes más violentas en la Unidad 731. Los prisioneros eran atados a estacas de madera al lado de una bomba colocada a varios metros. Los investigadores detonaban la bomba y llevaban a cabo una cirugía en los que sobrevivían o, de lo contrario, procedían directamente a la autopsia.

Exposición del Museo dedicado a la Unidad 731.

Los prisioneros fueron a menudo utilizados como blancos humanos: de lanzallamas y armas químicas, así como bombas. A muchos se les extirpaban órganos mientras todavía estaban vivos y despiertos, para que así los experimentadores pudieran observarlos antes de la descomposición.

Museo Unidad 731.

Algunos prisioneros tenían sus brazos cortados para estudiar los efectos de la pérdida de sangre. A veces, las extremidades se volvían a unir o se metían en hielo y se descongelaban para observar la putrefacción y la gangrena. Otras víctimas fueron encerradas en cámaras de gas llenas de armas químicas, o colocadas en centrifugadoras gigantes que giraban hasta los que están dentro perecían. Los científicos también colgaban algunos de los prisiones boca abajo hasta que les llegaba la muerte. A otros, se les inyectaba aire en sus arterias u orina de caballo en sus riñones.

Así, la guerra biológica de Japón se inició dentro de la Unidad 731.

Los experimentadores tenían los patógenos mortales a su alcance, pero buscaban nuevas formas de administrar estos agentes para causar muertes generalizadas.

Museo Unidad 731.

Tuvieron éxito en varios aspectos, como en el desarrollo de la bomba de bacilos de defoliación y en la bomba de pulgas. Estas bombas, a menudo hechas de porcelana, portaban pulgas con peste bubónica, ántrax, fiebre tifoidea y disentería. Las pulgas eran criadas en grandes contenedores dentro del complejo.

Las bombas eran lanzadas en partes de China aún no ocupadas por Japón para contaminar los cultivos y el suministro de agua. Otras veces, las enfermedades se propagan al dar caramelos envenenados a los niños. Los científicos japoneses, una vez expandidas las enfermedades, se ponían sus trajes especiales para llegar a las poblaciones infectadas e inspeccionar los cadáveres, pudiendo así probar su trabajo y mejorarlo en el futuro.


La BBC estima que estas armas biológicas mataron a más de 300.000 civiles entre 1938 y 1945. A pesar de la devastación dentro de las paredes de la Unidad 731, los científicos nunca se quedaron sin víctimas.

“Siempre había 2.000 o 3.000 prisioneros preparados. Había dos lugares constantemente ardiendo en el que se echaban los cadáveres”, afirmó Shoichi Matsumoto, un piloto de bombardero de la Unidad 731."

Las muertes en la unidad 731 y la existencia de armas biológicas no llegaron a publicarse en la prensa en aquel entonces. Los experimentadores tampoco fueron llevados a la justicia. Muchos de ellos, incluyendo al comandante de la Unidad 731, fueron galardonados por el servicio a su país.

Una vez que los japoneses se rindieron en 1945, el gobierno de Estados Unidos dominó los asuntos japoneses y descubrió la extensión de sus experimentos con seres humanos. Afirmaron que los resultados eran valiosos y, sin embargo, horribles. Estados Unidos ofreció a los científicos japoneses responsables un trato: inmunidad judicial a cambio de todos los datos experimentales.

La unidad 731.

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